Wednesday, August 12, 2009

Las tres fases de la historia del creyente

¿Cuál es tu historia?
Efesios 4:17-24

Hay quienes creen que la historia tiene que ver solamente con el pasado, pero en realidad la historia de una nación, de un pueblo, de una persona o la historia de un creyente, están necesariamente relacionadas con el PASADO, pero también con el PRESENTE y aún con el FUTURO.

Las tres fases de la historia del creyente

El pasado en la historia de los hijos de Dios está enmarcado desde la procreación en el vientre de la madre hasta el mismo instante en que se recibe a Jesús como único Salvador. En este periodo de la vida del ser humano se experimentan logros pero también fracasos, éxitos pero también derrotas, satisfacciones pero también frustraciones, reconocimiento pero también menosprecio, alegrías pero también tristezas. Es decir, son un cúmulo de vivencias en las áreas fami liar, social, cultural, laboral, intelectual y desde luego espiritual. En el ámbito espiritual, con todos los intentos fallidos de búsqueda de Dios como consecuencia de la dureza de corazón. Todo este pasado lo vamos a denominar el viejo hombre, que según Colosenses 3:9 arrastra todos los hechos y vivencias que mencionamos anteriormente.

Vamos a definir como presente del redimido por la sangre de Cristo, aquel período de la vida entre el nuevo nacimiento, es decir desde que una persona acepta a Jesús como Salvador y Redentor hasta la fecha actual, pero con énfasis en el día de hoy. En este trayecto de la vida como salvos y con la ayuda permanente y siempre a disposición del poder del Espíritu Santo, el panorama cambia porque se tienen dos desafíos:


por un lado, despojarse de la vieja manera de vivir.

por otro lado, renovarse en el pensamiento y en el corazón diariamente con la fuente de vida que es la Palabra d e Dios.
Esto significa un gran conflicto entre la vieja naturaleza y el nuevo hombre que hoy quiere ser el creyente.
En esta experiencia diaria, Dios sana, libera y restaura toda situación que perjudicó al ser humano en el pasado y por otro lado Dios confirma y respalda al creyente en todo lo bueno que haya hecho en el pasado, ayudándolo a santificarse, hasta llegar a la integridad que manifiesta Col. 3:10.

¿Y qué del futuro? Como dice Pablo en Filipenses 3:14, el creyente tiene por delante una meta, y como tal, tiene un premio cuando se corona. Y para coronarla se requieren por lo menos dos cosas:


Conocer con precisión la meta

Constancia, disciplina, compromiso y esfuerzo en el camino hacia la meta.

Las tres fases de la historia del creyente están necesariamente vinculadas

Si bien el presente y el futuro son consecuencia del pasado, en el hijo de Dios se puede amortiguar es e pasado perjudicial y caótico, si es que en el presente se aprovecha la sanidad que ofrece Jesús al corazón dolido, quizás traumatizado y maltratado, de tal manera que esa mente diariamente renovada y ese corazón aliviado, garantiza un entorno próximo equilibrado y armonioso.

Los secretos más íntimos del corazón, aquellos que marcaron generalmente en forma lesiva la vida pasada, pero que hoy son reconocidos y confesados a Jesús, van a traer sanidad y beneficio no sólo personal sino también a los que rodean al hijo de Dios.

La base para establecer un puente adecuado entre el pasado tormentoso y un futuro armonioso, es vivir el presente, el hoy, viviendo los mandamientos, consejos y retos inspirados por Dios en su Palabra de vida. Dicho de otro modo, la administración de la vida actual implica en cada etapa, identificar y aplicar principios muy bien definidos, según cada fase histórica de la vida del cristiano.

En cuanto al pasado:


Renunciar a la vieja manera de vivir. Ef. 4:22

Reconocer que Jesús sana el corazón de viejas heridas. I Pedro 2:24

Olvidar lo que quedó atrás como señal inequívoca de la efectividad del sacrificio de Cristo. Fil. 3:13

Saber que las experiencias amargas del viejo hombre, se pueden canalizar para bendición, como por ejemplo un ministerio dentro de la iglesia. Desde luego que las experiencias acertadas del pasado también cuentan para este fin.

En cuanto al presente:


Reconocer que sólo no es posible cambiar de estilo de vida: Se necesita incondicionalmente del poder del Espíritu Santo. Rm. 8:26

Ocuparse en la oración a todo nivel: petición, intercesión, alabanza y adoración

Dedicar tiempo a la Palabra de Dios: Memorizar, escudriñar, estudiar, analizar y profundizar en la Biblia

Vivir de acuerdo con las reglas de juego divinas: Obedecer, cumplir y acatar los principios bíblicos. Stgo 1:25

Asistir regularmente a la Iglesia, entregado(a) a un ministerio y recibiendo bendición de los hermanos. He. 10:25

Compartir a otros de la vivencia que representa ser creyente en Jesús. Ro. 10:9

En cuanto al futuro:


Saber que para el creyente que ha reconocido a Jesús crucificado como Salvador, el futuro en cuanto a la vida eterna está garantizado por la gracia de Dios. Ef. 2:8

Dejar toda ansiedad en cuanto al día de mañana. I Pedro 5:7

Establecer y definir las metas en todos los ámbitos de la vida (espiritual, social, intelectual, familiar, laboral) a las que el cristiano quiere llegar. Es conveniente definir pocas metas y cada una con plazos definidos, de tal manera que en la medida que se va alcanzando cada meta, se establecen nuevas metas y así sucesivamente

El futuro de la vida en la tierra está relacionado con mi compromiso con Jesús y con la guía del Espíritu Santo . Ro. 8:14

Tres preguntas respecto a la historia de tu vida
Después de esta reflexión caben tres preguntas para tí:


Es esta tu historia? Si lo es, la salvación que recibiste por la gracia de Dios te invita a estar permanentemente en comunión con El. De esta forma tu vida seguirá cambiando, la paz de Dios te estará acompañando y día a día estarás madurando en todos los aspectos de tu vida.


No estás muy seguro de que esta sea tu historia? En este caso de duda, reafirma tu fe en el Hijo de Dios quién te redimió y perdonó tus pecados, empieza tener comunión con Jesús y a recibir la sanidad en tu corazón, para disfrutar y afrontar la vida con todas las bendiciones y aprendizajes que Dios te muestra en la Palabra de Dios.


No te ves en esta historia en sus tres fases? Entonces Dios te invita a que formes parte de ella, creyendo que la muerte de Cristo te perdon a tus pecados y te conduce a la vida eterna y recibiendo en tu corazón a Jesús como Señor y Salvador. En ese instante empiezas a disfrutar y afrontar un presente bajo la perspectiva divina y a garantizar un futuro como lo leíste en las líneas anteriores.


Equipo de colaboradores del Portal de la Iglesia Latina
www.iglesialatina.org

Tuesday, August 11, 2009

Transformados según la imagen de su Hijo

“Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.” (Romanos 8:29)





Ser semejantes a Cristo no es opcional. Para aquellos que Dios ha escogido, es decir, aquellos que creyendo han nacido de nuevo y han recibido el privilegio de ser llamados hijos de Dios existe una predestinación: ser transformados según la imagen de su Hijo. ¿Podrá alguien oponerse a este decreto divino? ¿Podrá alguien interferir para que esto no se cumpla entre los que han sido llamados?



Lo cierto es que el día que decidimos entregar nuestra vida a Cristo nos embarcamos en un proyecto colosal: transformarnos a la imagen misma del Hijo de Dios.



Tan cierto como que esto sucederá en cada u no de nosotros, es el hecho de que esto no pasa de la noche a la mañana, es más bien un proceso de años que se extiende a lo largo de toda nuestra vida. Comienza el día que nacemos espiritualmente y culminará el día que Cristo vuelva (I Juan 3, 2).



De la misma manera que un pequeño niño nace para transformarse en un hombre, nacemos espiritualmente para ser transformados a la imagen de Cristo. Para crecer y desarrollarse un niño necesita de los cuidados de sus padres, de alimento y abrigo, de amor y corrección. De todas estas cosas nos provee Dios, es decir las condiciones para el desarrollo están dadas, la pregunta ahora es: ¿cómo estamos desarrollándonos nosotros? ¿Se corresponden nuestros actos y actitudes con la edad espiritual que tenemos? ¿Crecemos de manera sana y vigorosa o somos pequeños débiles y mal alimentados? ¿Hemos aprendido a comer ya comida sólida o somos los eternos enamorados del biberón?



Todo padre espera ver a su hijo crecer sano y fuerte, se alegra con cada palabra nueva que pronuncia, con cada nuevo desafío conquistado, adora verlo descubrir el mundo y ser quién lo acompaña en ese desarrollo. Aunque aún es un niño, lo sueña un hombre o una mujer de bien, se desvive por ello y todas las decisiones que como padre toma, las orienta a ese ideal que espera un día su hijo sea.



De la misma manera se comporta Dios con sus hijos. ¿Cuántas alegrías estoy dándole al Dios Padre hoy? ¿Dejo que me guíe y me enseñe a desarrollarme como Él me ha planeado? ¿Me tomo de su mano y ya no le temo a nada? ¿Acepto sus correcciones y le obedezco, aunque con mi mente de niño aún no pueda entender por qué Él decide esto para mi vida hoy?



Ser hijo de Dios es todo un desafío, pues hay un hermano mayor que es mejor en todo, y en su estatura seremos medidos. Sin embargo en este desarrollo no estamos solos. Tenemos el ejemplo del hermano mayor, Él ya ha caminado un trecho delante de nosotros para que podamos s eguir sus pasos (1 Pedro 2, 21: “Para esto fueron llamados, porque Cristo sufrió por ustedes, dándoles ejemplo para que sigan sus pasos.”) y el Padre está dispuesto a invertir en nosotros la mejor educación sin escatimar en costos. Sólo nos resta poner el corazón, pues sin desear ser como el hermano mayor, el desarrollo será lento y costoso.



Si has llenado de preocupación y tristeza el corazón de tu Padre, no te desanimes. Dios en su bondad no abandona a sus hijos por mal comportamiento. Por el contrario, lleno de paciencia y amor vuelve a enseñarnos hoy aquello que no quisimos aprender ayer. Sus misericordias se renuevan cada mañana y no nos abandona en este proceso de llegar a ser hechos a la imagen de su Primogénito. Vuélvete al Padre, pídele perdón y decide en tu corazón de una vez por todas dejarte moldear a la imagen del hermano mayor.

“Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús. “ (Filipenses 1, 6)

¿Qué hacemos con las bendiciones de Dios?

¿Qué hacemos con las bendiciones de Dios?


De acuerdo a lo que La Palabra de Dios (Biblia) nos enseña, todo lo que tenemos o somos proviene de Dios. Como hijos suyos, El nos provee con todo lo necesario para vivir y subsistir.

Argumentos como: Dios me bendijo con un esposo o esposa…, Dios me bendijo con hijos…, Dios me bendijo con un trabajo…, Dios me bendijo con dones espirituales…, Dios me bendijo con un ministerio…, Dios me bendijo haber nacido en un hogar cristiano…, etc., etc., son comunes en nuestras conversaciones y al momento de recibirlas (las bendiciones) nos gozamos, emocionamos y agradecemos a Dios en nuestras oraciones por ellas. Pero, ¿por cuanto tiempo?

Qué sucede en nosotros cuando surgen crisis matrimoniales, o cuando nuestros hijos pierden el interés por lo “del Señor”, o tenemos problemas en el trabajo, o in convenientes en el ministerio?
El peor enemigo de las bendiciones que Dios nos da por Gracia (sin merecerlas) es que con el pasar del tiempo, consciente o inconscientemente, pierdan el valor que en un comienzo tuvieron. Más aún; cuando con lo que Dios nos bendijo no marcha bien, muchas veces hasta nos atrevemos a reclamarle.
El primer reclamo lo encontramos en Génesis: …“la mujer que me diste…”

Es interesante descubrir en La Biblia que ella está llena de recomendaciones, sobretodo en tiempos de crisis, para que las bendiciones que Dios nos da (cónyuge, hijos, bienes, ministerios, etc.), permanezcan en el tiempo.
El desconocimiento de los consejos de Dios, es lo que nos lleva a tomar decisiones equivocadas. En vez de aplicar lo que La Biblia nos enseña, nos ponemos a experimentar según nuestra propia opinión y conveniencia.

En esta breve exposición, no he mencionado ninguna cita bíblica exceptuando el ejemplo de Adán cuando le reclama y s e excusa ante Dios, pretendiendo obviar toda responsabilidad.
La razón principal que me motiva, es invitarte a reflexionar sobre tus propias experiencias. También, deseo despertar en ti el interés de leer La Biblia bajo el aspecto de descubrir en ella los hermosos y sabios consejos para que tu vida, a pesar de las circunstancias, sea una bendición continua.
Descubre el valor de La Palabra de Dios como lo expresa el salmista en el Salmo 119.

Si te das cuenta que has sido negligente con lo que Dios te ha bendecido, se sincero/a como el rey David en reconocer tus errores y pide perdón y sabiduría a Dios para no volver a cometerlos. Lee y estudia La Palabra de Dios como que si fuese una carta (mensaje) personal para ti y en una actitud auto analítica, descubre si hubiese sido importante haber cuidado todo aquello con lo que Dios te ha bendecido.

En amor fraternal,
Juan Paulus

Equipo de colaboradores del Portal de la Iglesia Latina

Nuestra confesión de Fe

Nuestra confesión de Fe

  • DIOS: Creemos en un solo Dios verdadero, Creador de todas las cosas, quien existe en tres personalidades distintas pero iguales en esencia, gloria y atributos: Padre, Hijo y Espíritu Santo. (Génesis 1:26, 3:22; Deuteronomio 4:35; 6:4; Isaías 6:3; Mateo 3:16-17; 28:19; Marcos 12:29; Lucas 10:21; Juan 1:14; 4:24; 17:3; Hechos 1:6-8; 5:3, 4, 9; 17:31; Romanos 1:20; I Corintios 12:4-6; II Corintios 13:14; Gálatas 4:4-6; Efesios 2:18; 4:4-6; Tito 3:4-6; Hebreos 1:1-3a; 9:14; I Pedro 1:2; I Juan 5:7; Apocalipsis 1:4-6, 8.)
  • CRISTO JESÚS: Creemos en el Señor Cristo Jesús, quien es Dios, Unigénito Hijo del Padre, engendrado por obra del Espíritu Santo, nacido de la virgen María, y participa de perfecta humanidad pero sin pecado. (Mateo 1:20-25; Lucas 1:30-35; Juan 1:1-2, 14, 18; 3:16; Filipenses 2:5-8; Hebreos 4:15; I Juan 3:5.) Creemos que el Señor Cristo Jesús murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras, como sacrificio substitutorio y expiatorio y como única base de redención para todo aquel que cree en El. (Juan 1:29; Hechos 2:22-23; Romanos 3:22-26; 5:8; I Corintios 5:14; 15:1-3; II Corintios 5:19, 21; Gálatas 3:13; Efesios 1:7; I Timoteo 2:6; Tito 2:14; Hebreos 2:17; 10:5-14; I Pedro 3:18.)
  • Creemos que nuestro Señor Jesucristo resucitó de los muertos corporalmente, ascendió a los cielos, fue glorificado y exaltado a la diestra de su Padre Dios todopoderoso, donde ahora como Gran Sumo Sacerdote intercede permanentemente a favor de los santos. Es la cabeza de la Iglesia. (Lucas 24:39; Juan 20:20; Hechos 1:9; 2:24, 36; I Corintios 15:4, 12-22; Efesios 1:20-22; Filipenses 2:9-11; Colosenses 1:18; I Timoteo 2:5; Hebreos 1:1-4; 4:14-15; 4:14-15; 7:25; 10:12-13; I Juan 2:1; Apocalipsis 19:11-13.)
  • EL ESPÍRITU SANTO: Creemos que el Espíritu Santo es la tercera persona de la trinidad, y que redarguye, regenera, santifica, limpia y capacita a cada creyente para toda buena obra. (Mateo 28:19; Juan 14:26; 16:7-11; Hechos 5:3-4; 13:2; I Corintios 3:16; 12:7-11; I Juan 2:20, 27; I Pedro 1:2.) Creemos que todos los creyentes son sellados para siempre con el Espíritu Santo de la promesa, en el momento de la salvación y bautizados en el cuerpo de Cristo y habitados por el Espíritu Santo para siempre. (I Corintios 6:19; 12:13; Efesios 1:13; 4:3-6, 30; Colosenses 3:14-15
  • LA BIBLIA: Creemos que Dios inspiró las Sagradas Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento, verbal, plena, inerrante, completa e infaliblemente y dirigió a los autores humanos quienes progresivamente escribieron en los documentos originales la Palabra de Dios, el pensamiento completo y exacto que El deseaba revelar. Las Escrituras son la suprema y final autoridad en todo asunto de vida y fe, y la norma de vida para el creyente. (Salmo 119:105; Isaías 8:20; Mateo 5:17-19; Marcos 12:26, 36; Lucas 24:25, 27, 32, 44-46; Juan 5:39; 17:14-17; Hechos 1:16; 17:2-3; 17:11; 18:28; 26:22-23; Romanos 15:4; I Corintios 2:13; 10:11; Gálatas 1:11-12; Efesios 6:17; II Timoteo 3:15-17; Hebreos 1:1-2; 4:12; II Pedro 1:19-21; Apocalipsis 1:1-2.)
  • LA IGLESIA: Creemos que Jesucristo es cabeza de la Iglesia y quien la gobierna y dirige. (Hechos 4:11; Efesios 1:22-23; 4:15-16; 5:23; Colosenses 1:18.) Creemos que la Iglesia Universal es el conjunto de personas que han creído y recibido al Señor Jesucristo como Salvador personal y han sido bautizadas por el Espíritu Santo en el cuerpo de Cristo desde el día de Pentecostés hasta el arrebatamiento. (Mateo 16:16-18; Juan 1:12; Hechos 20:21; II Corintios 11:2.)
  • Creemos que el Cuerpo Universal de Cristo tiene su expresión en la iglesia local. La iglesia local es un grupo de personas que han sido redimidas por la sangre del Señor Jesucristo, han sido bautizados en agua, ha sido organizado según los principios del Nuevo Testamento y se reúne sistemáticamente para adorar a Dios, para la edificación mutua, la evangelización y la práctica de la disciplina bíblica. (Hechos 2:41-42, 47; 9:31; 11:22; 16:5; Romanos 12:4-5; I Corintios 1:2-9; 12:12, 27; Gálatas 1:2; Filemón 2.)
  • Creemos que el Señor constituyó evangelistas, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos y para edificación, cuidado y conducción de la iglesia, siendo ejemplos de la grey, y responsables ante El. (Marcos 10:42-43; Juan 21:15-17; Hechos 20:17, 28; Efesios 4:11; Hebreos 13:7; I Pedro 5:1-4.)
  • Creemos que el gobierno de la iglesia, establecido por los apóstoles, es presidido por pastores espiritualmente maduros, llamados ancianos o sobreveedores. Estos hombres espirituales son los responsables de la administración tanto espiritual como física de los asuntos de la iglesia local. (Hechos 11:30; 14:23; 15:2, 6; Romanos 12:6-8; I Corintios 3:9-10; 12:4-6, 11; Filipenses 1:1; I Timoteo 3:1-7; 5:17; Tito 1:5-9; Hebreos 13:17.
  • “SALVACIÓN” Y “CONDENACIÓN”: Creemos que la salvación es una posesión eterna de todos los que han nacido de nuevo por la fe en Cristo sin la intervención de obras humanas, y por la gracia de Dios. El arrepentimiento es una parte vital de la fe y ninguna otra acción o sentimiento es válido para ser salvo. (Juan 1:12; 3:16, 36; 5:24; 6:29, 40; 10:27-29; Hechos 13:39; 16:31; Hechos 20:21; Romanos 1:16-17; 3:22, 26; 4:5; 5:1; 6:23; 10:4; Gálatas 3:22; Efesios 2:8-9; Filipense 3:8-9; Tito 3:5; Hebreos 5:9; Santiago 1:18; I Pedro 1:18-19, 23; I Juan 2:25; 5:11-13, 20.)
  • “RESURRECCIÓN” Y “ARREBATAMIENTO”: Creemos que el regreso de nuestro Señor Jesucristo es inminente. Creemos en la Resurrección corporal, el arrebatamiento en el aire y la transformación de los santos creyentes con cuerpos incorruptibles, lo que nos debe motivar a vivir constantemente esperándole en forma piadosa. (Juan 14:1-3; I Corintios 15:42-44, 49, 51-54; Filipenses 3:20-21; I Tesalonicenses 4:13-18; I Pedro 1:13-17; 2:11-25; II Pedro 3:11; I Juan 3:2.)

Estas son algunas de las doctrinas básicas que sustenta la Palabra de Dios.